Hace ya más de una década, un minúsculo grupo de padres y madres de alumnos del colegio Escolapios, se encontraba en el polideportivo para jugar un partido de baloncesto. Típico partido padres y profesores contra alumnos, durante las fiestas del centro calasancio. Costó mucho encontrar padres que no jugaran el famoso y multitudinario torneo de fútbol, que llenaba cada año, los campos y las gradas del colegio.
Algo especial surgió durante ese partido, que les condujo a reunirse otro día y después otro y otro, hasta quedar instaurada la pachanga de los viernes, a la que acudían con sus hijos, la mayoría jugadores de fútbol de los equipos benjamines del colegio.
Poco a poco los niños cambiaron las porterías por las canastas y los balones de fútbol por los de baloncesto.
Y más adelante, muchos de ellos, cambiaron de deporte. Dejaron los equipos de fútbol y se apuntaron al club de baloncesto más cercano ante la imposibilidad de practicarlo en el colegio, por motivos que no vienen al caso.
Y el vínculo de este minúsculo grupo de padres, madres e hijos se fortaleció tanto, que de viernes a domingo, durante los siguientes años, su vida giró en torno al baloncesto, jugando las pachangas, yendo a ver los partidos de los hijos de unos y de otros, quedando para ir a ver partidos en directo o desde el salón de cualquiera de sus casas, buscando cualquier excusa para tomar una cerveza en la que el baloncesto siempre fue el protagonista.
Hace cuatro años, estos niños, ya no tan niños, vieron en el colegio de al lado la Copa Colegial. A pesar de que el baloncesto no tenía ninguna presencia en su colegio, ellos querían jugarla. Su objetivo fue muy claro. Se movieron, insistieron y convencieron a profesores y dirección para apuntar a los Lobos Escolapios a la Copa.
Hoy, esos niños, los hijos de aquél minúsculo grupo de padres y madres de alumnos del colegio Escolapios, juegan la final de la Copa Colegial de Madrid, sin duda, la mejor competición escolar que existe en España.
Hoy, todo un colegio, alumnos, padres y profesores, acude a esta final, orgullosos de los lobos, para animarles y apoyarles en el hito deportivo más importante del colegio, desde que ellos entraron en edad preescolar.
Y hoy, entre el público, un minúsculo grupo de padres y madres, vibrará y disfrutará de manera especial, sabedores que una parte muy importante de este éxito se debe al mayúsculo LEGADO que ellos han transmitido a sus hijos.
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